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a journal of literature & art

The Literary Review

Issue 10           Page 33

¿Santón o sin techo?

Podíamos verlo de perfil

mientras íbamos por la calle.

Un santón, con gorra de béisbol,

estaba sentado en un portal

en nuestra ruta al supermercado.

Barbudo, con las mejillas hundidas

y su mirada fija y desenfocada,

murmuraba una o dos palabras

cuando pasábamos con nuestro carrito.

¿Era un mantra? ¿O una bendición?

 

“¿Qué ha dicho de los pecadillos?”

le pregunté a mi mujer

mientras seguíamos caminando.

“Creo que ha pedido un bocadillo,”

murmuró ella, sin dar crédito a mi pregunta.

Así que no era un santón en absoluto.

Era un indigente sin techo

pidiendo comida en la calle.

Me sentí avergonzado.

De camino de vuelta, paramos

ante su nicho en el escalón.

Estaba sentado, inmóvil, con sus vidriosos

ojos azules mirando al frente

como si estuviera en trance, meditando.

No dijo nada. Me quedé perplejo.

¿Era en realidad un santón

o simplemente me despreciaba

como parecía que yo había hecho con él?

Esperamos frente a él. Su mirada

nos atravesó como un rayo láser.

Le tendí algo de dinero

y me pareció una eternidad

antes de que despertara de su ‘trance’

y notara que le estaba ofreciendo ayuda.

Su educada gratitud fue conmovedora.

Hay muchos como él en nuestra ciudad.

La esperanza ha desaparecido de sus rostros

y la vitalidad de sus ojos.

Los sin techo de Sevilla

En una concurrida calle

del centro de Sevilla,

apoyada en un andador,

una viejecita encorvada

como salida de un cuento

de los Hermanos Grimm

y vestida de negro

de la cabeza a los pies,

alarga la mano.

Igual de pequeña

que la derretida

Bruja Mala del Oeste

del Mago de Oz,

ella también ha perdido su magia.

Los que están de compras pasan

por delante como si

no estuviera allí.

En otra calle,

junto a la iglesia

de Omnium Sanctorum,

está sentado en la sombra

un sin techo jorobado,

una gárgola caída

de su percha

en la cornisa.

Sus ojos no tienen vida.

Miran al frente

pero sin ver nada.

Mientras, el perro bóxer,

dormido a su lado,

parece igual de agotado,

y bastante flaco.

Una amenaza sin dientes.

En el Pasaje de Amores,

que desemboca

en la calle Amargura—

¿qué gracioso medieval

bautizó a estas calles?—

duerme otro hombre

en una cama de gomaespuma

bajo una manta mugrienta

dentro de una caja de cartón.

Los transeúntes hacen lo imposible

para evitar pasar cerca.

Rita

Calderón de la Barca escribió

que la vida es un frenesí, una sombra

una ficción, ya que toda la vida

es sueño y los sueños, sueños son.

Este enigma ontológico-epistemológico

es un hueso duro de roer,

por decirlo de alguna manera.

¿Pues, no hay nada real?

¿Estamos viviendo simplemente

nuestro propio sueño particular?

¿O el de otro?

Rita era la niña de los ojos de mi madre

y yo la adoraba. Era la perfecta

hermana mayor: brillante y hermosa.

Me mimaba cuando yo era joven,

me abrazaba durante los ataques

aéreos y me ayudaba siempre.

Desde el principio, todos sabían

que sería muy fácil para Rita

ingresar en la universidad.

Estudió Medicina en Edimburgo

y se convirtió con el tiempo

en una famosa epidemióloga.

¡Cómo la echo de menos ahora!

……………………………………..

Cuando estoy solo con mis pensamientos,

estas son mis ociosas fantasías

sobre la vida soñada de Rita.

En realidad, de ella sólo he visto

una foto borrosa, en blanco y negro,

de cuando era una cría, sostenida

en alto por mi madre para el fotógrafo.

Porque la triste verdad es que Rita

les rompió el corazón a mis padres

al morir súbitamente, en su cuna,

cuando tenía unos tres mesecitos.

          Holy Man or Homeless Man?

We could see him in profile

as we walked along the street.

A baseball-capped holy man

was sitting in a doorway

on our route to the supermarket!

Bearded and hollow-cheeked,

he gazed into an imagined distance,

and muttered a word or two

as we passed by with our trolley.

Was it a mantra? Or a blessing?

 

“What was that about peccadillos,”

I asked my wife as we walked on.

“I think he asked for a bocadillo

she muttered, rolling her eyes.

So, he wasn’t a holy man at all.

He was a homeless man

begging for food on the street.

I felt ashamed of myself.

On the way back, we stopped

at his niche on the step.

He sat motionless, his glassy

blue eyes staring straight ahead

as if in a trance, meditating.

He said nothing. I was perplexed.

Was he in fact a holy man

or was he simply disdaining me

as I’d appeared to disdain him?

We waited in front of him. His gaze

passed through us like a laser.

I held out some money for him

and it seemed like an eternity

before he awoke from his trance

and realized I was offering help.

His polite gratitude was touching.

There are many like him around town.

Hope has drained from their faces

and the life from their eyes.

El volcán de la Cumbre Vieja

La Palma agoniza a golpe de lava,

asolada por coladas de magma.

Las casas se derrumban, se desploman,

Las vidas se arruinan, se destrozan.

La fortaleza de naturaleza

volcánica hace que desaparezca

todo lo que se encuentre por delante:

una devastación digna de Dante.

Las lenguas de fuego, auténticas rádulas

gigantescas de babosas de fábula,

arrasan casas, naves y además

lo contaminan todo sus cenizas.

El aire ya se vuelve irrespirable,

el futuro isleño se antoja inviable. 

Tony Dawson, 20 de octubre de 2021

(Or like stout Cortez when with eagle eyes He star'd at the Pacific — and all his men Look'd at each other with a wild surmise — Silent, upon a peak in Darien.)
“Como el bravo Cortés, cuando con ojos de águila contemplaba el Pacífico, mientras sus hombres mirábanse absortos en raras conjeturas, silenciosos todos sobre el pico de Darién.”

Los tuits de Keats

Una cabeza cortada objeta:

¡Noticias falsas! Balboa, poeta,

fue el primer español en avistar

la gran extensión de ese nuevo Mar

del Sur. ¡Olvidad los extraños tuits

del mal informado y tan joven Keats!

Da la impresión de no haber pisado

España jamás o se habría dado

cuenta de que el español silencioso

aunque fuera así incluso más hermoso—

nunca había nacido en ningún lado.

¡Encima, aquel marqués Hernán Cortés—

¿qué va a saber ese poeta inglés? —

tampoco estuvo por aquellos pagos!

Ya es hora de corregir el error

del necio que ha mentido sin pudor.

Yo, Balboa, descubrí el vasto Mar

del Sur. No se debe subestimar

mi grandeza. Fui gran conquistador;

¡merezco mi parcela de honor!

Tony Dawson, enero de 2021

Esta es una traducción (de otro) del cuarteto final del soneto de John Keats,

escrito en octubre de 1816, titulado On First Looking into Chapman’s Homer.

George Chapman (1559-1634)

 

había traducido libremente la obra de Homero en 1616. Keats pasó la

noche entera con un amigo leyéndolo, completamente maravillado por la obra, y para la

hora del desayuno, ya había terminado su soneto, uno de los más famosos de la

literatura inglesa. En el último cuarteto, compara la emoción que sintió al leer la

obra de Chapman / Homero con el asombro experimentado por los españoles al ver por

primera vez el Pacífico.

© Lynn Marrapodi: VIEW FROM VILLE NEUVE 2
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