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The Literary Review

Fiction            Page 28

SOBRE LA MOTIVACIÓN DE LAS MATRIUSKAS
by
Ángela Hernández Núñez

A mediados de mayo, nos encontrábamos en una ciudad en la que había nevado muchísimo. En el roce del viento y la escarcha nacía una albura de susurros casi inaudibles. Tú te resguardabas en tu hogar, a donde me dirigí, tiritando de frío, a buscar la llave de mi habitación propia. Montañitas de hielo ocultaban las ventanas de tu vivienda. En el frente destacaban tres airosas matas de lechosa macho, largas y cuajadas de flores indecisas. Había cúmulos resbaladizos por doquier.

Hace sólo una semana, más extraño aún, soñé que yo estaba contándote ese sueño. Tú obviabas adrede la llave, limitándote a precisarme que la lechosa sólo crece en climas tropicales, y que la planta macho, en efecto, echa flores e incluso frutos, aunque raquíticos. Mientras te escuchaba con suprema atención, me devoraba la incertidumbre: ¿Era cierto que soñaba contándote el sueño o te lo estaba contando en la realidad?

En otro momento, o en el mismo, quién sabría, sentí que debía tomar ciertas prevenciones contigo e insistir en la llave en tu poder; mi llave. Pero mi boca se desviaba de mi sentir para decirte que mis sueños contigo habían sido influidos por los cuentos chinos, escritos siglos atrás. Y tú, posando una mano en mi hombro, respondías: “Amiga Ariadna, todo podrías atribuirlo sutilmente a mi nombre, Yanying”.

 Yo movía la cabeza, denegando, y le ordenaba a mi boca reclamarte lo que en justicia me pertenecía. Pero mi pensamiento giraba en un punto ciego y mi boca, libre de envidia y deslumbramientos, se solazaba en las palabras. Ya para entonces me recogía en un nudillo de sueño, denso y férvido como una estrella enana blanca. Mi boca te decía que los sueños concéntricos constituían experiencias comunes, consustanciales y correspondientes con la geografía de nuestra memoria humana.

Ambas, mi boca y tú, confesaron que resultaba del todo imposible dilucidar el porqué en la escritura de cada época se ofrecía el sueño concéntrico como llamativa novedad. ¿A qué se debía la reiteración y la ignorancia de lo anterior? ¿O estas triviales inquietudes también pertenecían a un sueño? ¿Componían acaso una distante honda de las provocadas por un guijarro lanzado a la realidad? ¿Acaso yacía mi llave en el fondo del estanque? ¿Quién la había arrojado? ¿Tú, o yo?

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