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a journal of literature & art

The Literary Review

Issue 10         Page 112

Ash, A Letter from the Other Woman’s Perspective

I

I hold my friend for an hour

and send him home

to a woman

who does not love him.

It hurts more than

I should let it, why should he

be my responsibility,

after he is out of my sight,

beyond the reach

of arms that did not know

emptiness until he left them?

There are so many things

I cannot say to the world

in so many words,

so many clouds that drift

through afternoons like

ashes falling from the volcano

in my backyard

but only when the wind shifts.

The volcano is always erupting,

you see. Love is always erupting, too

in places most people

never examine;

they are taught, marry a man

who will support you,

not one who will love you.

Whatever you do, do not make

the grandest mistake of all,

do not turn a friend

into a lover, do not turn

passion into a reason

to seek his hands when

you are cold.

II

I am condemned for asking

for that hour.

Condemned by women

who make fun of my accent

but are themselves too stupid

to vaccinate their children,

by men who write poetry

that is technically perfect

but that the heart of the reader

does not feel;

who the hell wants a love like that?

I hold my one-time lover

and realize so many truths,

like, the ash from my volcano is

silica based, explosive; but the ashes

of this love will be formed

of the west wind that brings

the rains from over the Pacific,

it is that kind of day,

that kind of love,

and my critics have not learned

the language required to know

when the person standing in front of you

has been torn in two

by promising their soul to a person

who will never feel its worth,

will never weigh its impact,

and who will always blame the

fictitious “other woman”

for what she has not taken the time

to learn.

Her gardens turn to dust,

she does not know the winds,

she does not know the right words.

III

And she will always have her allies,

the make your bed and lie in it people,

good for them. Your life is a neat little box,

you went from your parents’ home

to your husband’s,

expecting him to be your daddy

and you to be the mother.

He does not want a mother,

he already had one of those.

He wants the thing that first made him

tremble

with desire, wonder, longing, anticipation;

when God created the world from ash,

there was man, there was woman,

there were all the other genders

and the genderless beings, and there was

desire; for one another, for the act

of creation itself, that wild, fathomless longing

of life longing for its own reflection

in the hall of mirrors of the old gods.

To make something

with your own hands

that will last ages after your death,

to awaken something with your own heart

that you cannot tame

with 1000 whips (oh but your lover,

how she wants you to try,

with those same whips).

Point is, there is nothing safe

about passion, you either jump

on a moving carousel some time

or sit this one out

for the rest of your life

and spend your time cutting other women

into the pieces you use to fertilize

your indifferent skills at lovemaking,

and the garden that is dying

from practicality.

IV

Who am I in this story, then?

A violin sounded an impossible chord,

and I followed, no more.

I am no victim, I was not duped,

I did not walk into this love,

thinking it would be safe.

I hold my lover an hour,

I calculated that hour.

I did not imagine the depth of ache

when I left him.

I also did not imagine

that the curve of my body every night

I sleep alone, will only curl

around the emptiness he left.

Nor the fury; if I had to give him back

after borrowing him, greedily,

at least, let her love him

in her way, as much as I did.

Let her surpass me in every way.

Maybe I am at the age,

where few can do that, who knows?

This I do know:

I am a mender of broken men.

like the Japanese, I fix

with gold and spirit,

what cold unloving women

have rent with the claws they used

to extract children, a home,

a STATUS. I do know how to hate,

these women taught me,

so did several men who also

would have possessed me.

I prefer love.

I prefer to walk into a place

and fill it with a light so bright

it turns all haters, all false people

all half loves, to ash.

I want the love story I write

in my own words

to be so much better

than any story written

by any person who would write

about me, about him,

about what did or did not happen

in that hour. I am sure they

will write it with perfect technicality.

I already know, the words I whispered

in that space,

have touched his heart

and cannot be erased by women

who cannot hear them.  

“Cenizas, Una carta desde la perspectiva de la
otra mujer”

I

Abrazo a mi amante por una hora

y lo envió a su hogar

a una mujer

que no lo ama.

Duele más que yo debería permitir,

¿Por qué él debería ser

responsabilidad mía,

después de estar afuera de mi vista,

afuera también del alcance

de brazos que no supieron

de la vacuidad, hasta que él salió

de ellas?

Hay tantas cosas

que no puedo decir al mundo

en tantas palabras,

tantas nubes que vagan

a través de tardes cómo

las cenizas cayendo del volcán

en mi campo

pero sólo cuando el viento

cambia la dirección.

Por el volcán siempre está en erupción,

ves. El amor siempre está en erupción, también

en lugares donde la mayoría de las mujeres  

nunca examinan;

somos enseñadas, cásate con un hombre

que te va a soportar,

no con uno que te va a amar.

Sea lo que sea, no cometes

el error más grande que todo,

no conviertes a un amigo

entre amante, no hagas que

la pasión sea razón

para buscar sus manos

cuando tú tienes frio.

ll

Soy condenada por pedir

esa hora.

Condenada por mujeres

que me burlan por mi acento

que me burlan por el hecho

de no tener esposo, ni hijos,

pero quienes, en sí, son demasiadas estúpidas

para vacunar a sus propios hijos;

condenada por hombres

que escriben poesía técnicamente perfecta

peor que el corazón del lector

no se siente;

¿y quién de demonios

quiere  un amor así?

Abrazo mi amor de sola una vez

y me doy cuenta de tantas verdades,

tal cómo, la ceniza de mi volcán

es basada en la sílice, explosiva; pero

las cenizas de este amor serán formadas

del viento del occidente, el que trae

las lluvias desde el Pacifico,

es ese tipo de día,

ese tipo de amor,

y mis críticos no han aprendido

el lenguaje que uno necesita para saber

cuando la persona parada enfrente de ti

ha sido partida en dos

por prometer su alma a una mujer

quien jamás sentirá su valor,

nunca pesará su impacto,

y quien siempre va a culpar

la “otra mujer” ficticias

por lo que ella misma, no haya tomado el tiempo

aprender.

Sus jardines se convierten en polvo,

su amor es veneno,

ella no conoce a los vientos,

ella no sabe las palabras indicadas.

III

Y ella siempre tendrá sus aliados,

la gente de “haz tu cama y acuéstate en ella,”

qué bueno por ellas. Tu vida es un cajón ordenado,

saliste de la casa de tus padres

para la de tu esposo,

esperando que él sea tu papi,

y que tu ibas a ser su madre.

Pero él no quiere una madre,

él ya tuvo una de ellas.

Lo que él realmente necesita

es la entidad que lo hizo temblar

la primera vez,

con el deseo, la maravilla, el anhelo, la anticipación-

cuando Dios creó el mundo de ceniza,

hubo macho, hubo hembra,

hubo todos los otros géneros

y las cosas sin género, y hubo,

el deseo; uno para el otro, para el mero acto

de la creación; ese anhelo insondable

de la vida buscando su propio reflejo

en el fondo de espejos de los dioses antiguos.

Para crear algo

con tus propios manos,

que quedará por épocas después de tu muerte,

para desertar algo en tu propio corazón

que no puedas domesticar

ni con 1000 látigos (uy pero tu amante,

cómo ella quiera que tú intentas,

con esos mismos látigos).

El punto es, no hay nada segura

sobre  la pasión, tú decides saltar

en el carrusel moviendo un vez,

o te quedes al lado por el resto

de tu vida, y entonces pases tu tiempo

cortando otras mujeres

entre las piezas que usas para fertilizar

a tus técnicas indiferentes de hacer el amor,

y el jardín que está muriendo

de demasiada utilidad.

IV

¿Quién soy yo, es esa historia, entonces?

Un violín sonaba una cuerda imposible,

y yo la seguí, no más.

No soy víctima, no fui engañada,

no camine adentro de este amor,

imaginado que iba a ser, fiable.

Abrazo mi amante una hora,

una hora que yo bien había calculado.

No imaginé la profundidad del duelo

cuando lo deje salir.

Tampoco imaginé, que la curva de mi cuerpo

cada noche que duermo sola,

siempre únicamente enrollará

sobre el vacío que él dejó.

Ni imaginé la furia; si yo tenía que devolverlo,

después de tomarlo, prestado codiciosamente,

por lo menos, deje que ella, lo ame

en su manera, con la misma profundidad,

que yo hice y hago.

Permítela superarme en cada aspecto,

o tal vez estoy a la edad, donde pocas

puedan hacer esto, ¿Quién sabe?

Eso sí, lo sé:

Soy reparadora de hombres rotos.

Cómo los japones, reparo

con oro y espíritu,

lo que las mujeres frías y sin amor,

lo que ellas han rasgado con la garras

que ellas usaban para extraer hijos, un hogar,

un ESTATUS. Yo sí, sé cómo odiar,

esas mujeres me han enseñado.

Prefiero la práctica del amor.

Prefiero entrar un lugar

y llenarlo con una luz tan brillante,

que se convierte todos los aborrecedores,

toda gente falsa, todos los amores de medios,

entre las cenizas.

Deseo que el cuento del amor que escribo yo,

en mis propias palabras,

sea tan mucho mejor escrito

que cualquiera historia escrita

por cualquiera persona quien escribiría

sobre mí, sobre él,

sobre lo que pasaba o no pasaba

en esa hora. Seguramente, ellos la van a redactar

con tecnicidad perfecta

y nada de sentimiento.

Yo ya sé, que las palabras que susurré

entre ese espacio,

han tocado el corazón de él,

y no pueden ser borradas

por las mujeres sin habilidad

de escucharlas.

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