En la esquina hay una cama y en la cama un cuerpo enredado en una sábana. Desde la esquina me llega la voz de Clara que va acercándoseme y me dice: “No te preocupes, que a ella no le importa”. Y dicho esto, va a prendérseme del cuello llamándome Maritza, que es el nombre que le dije que me llamo yo, cuando nos conocimos en el bar.