Por la tarde, aún golpeado por las últimas olas
de una marea en retroceso,
quedó el residuo del mar,
columpiándose en la arena,
entre arrumbado y vivo,
recubierto de musgo.
Intuí una silueta,
un caballito de mar encinta,
una rueca que aguarda trenzar briznas
un holograma con contraseña,
una llave antigua que abre todos los tesoros
que en el mar, ha escondido la sirena guardiana
de las perlas.